— 16 enero, 2014
Nicolás Ramón Contreras Hernández – Sucre-Tolú
Con muchos bombos y platillos, pero también con todo la prepotencia del racismo mediático y el centralismo de siempre, inspirado a su vez en el rancio ideal estético y biológico de la "buena presencia" del mestizo casi blanco/europeo, surgido del modelo del ethos latinoamericano o "latino", que hunde sus raíces en un proyecto de las élites hispanoamericanas de finales del siglo XVIII, desde Cartagena la ciudad con más alta población histórica afrodescendiente de Suramérica, el Canal Caracol en asocio con sus pares CMO y Univisión, relacionados con el sionismo mayamero y los cubanos descendientes espirituales y políticos de la dictadura de Fulgencio Batista, vienen promoviendo para el próximo 13 de enero del 2014 el lanzamiento en Colombia de su nueva telenovela, ya estrenada en USA con otro nombre.
Se trata de "Bazurto; bailando con el enemigo", cuyo nombre oficial es “Made in Cartagena” o El Golpe, nombres de este producto mediático cuyo guion, inspirado en lo más profundo del espíritu colonial de copiarlo todo, es una versión tropical del clásico del cine, conocido como el Gran Gatsby o el Gran Golpe, novela homónima de Francis Scott Fitzgerald, el escritor del romanticismo gringo de los años 20, reencauchado en otra versión reciente de Hollywood con un elenco que incluía a Leonardo Di Caprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan e Isla Fisher, protagonistas de un robo épico, llevado a cabo por una suerte de delincuentes simpáticos y bohemios, que reflejaban el espíritu transgresor de esa época de apertura, a los primeros excesos de la burguesía moderna.
Hasta allí, este producto mediático no tendría nada de raro en el espíritu copietas que ha caracterizado lo nacional, importando desde el nacimiento de la televisión colombiana formatos como el Precio es Correcto –desde cuando lo presentaba Julio E Sánchez Vanegas- hasta el día de hoy, con El desafío, La Voz (Caracol) y Protagonistas de nuestra tele, ahora American Idol (RCN); sino fuera porque Caracol y RCN no son dueños del espectro electromagnético; o que en Colombia existe en la Constitución de 1991 el reconocimiento a la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana (artículo 7º) y la Ley 70 de 1993 con toda su legislación reglamentaria, que busca crear las condiciones mediante acciones afirmativas, para que la población afrocolombiana alcance al blanco y al mestizo blanqueado en niveles de desarrollo humano integral, en calidad de compensación a medidas racistas en el derecho consuetudinario y positivo, que hasta no hace mucho negaban el ingreso a afrocolombianos al oficialato en las Fuerzas Armadas y restringieron, el ingreso universitario en profesiones como medicina o ingeniería, hasta bien entrada la primera mitad del siglo XX, cuando no se era conservador.
Y aquí es donde a mi juicio, esta novela tanto como “A corazón abierto” (Grey’s Anatomy según RCN), otro racismo grosero que los medios pasaron de agache, se convierten en una flagrante y grosera muestra continua de racismo: en mis investigaciones y experiencia de vida logré demostrar en encuentros académicos internacionales, que la champeta era un nuevo producto de nosotros los descendientes de los cimarrones precursores de rebeliones; o de esclavizados africanos, como la cumbia, el fandango o el bullerengue, que deja sentir su herencia en los golpes de la percusión electrónica o “piano” que matizan las pistas pregrabadas de la champeta, que toda su vida ha sido urbana- aunque el muy buen cantante Kevin Flórez diga que su champeta es la única urbana- y no tuvo una cunita única en Cartagena, sino también en Palenque, en Barranquilla, y Soledad, estas dos últimas, epicentros tecnológicos del mundo picotero que sirvió de partero, a este movimiento sociocultural. Por eso no puedo dejar de preguntarme con mucho disgusto, cada vez que miro el elenco de la telenovela en mención, lo siguiente:
¿Sí Cartagena una ciudad afrodescendiente reconocida, tiene una actriz que sí sabe bailar champeta por su origen social y etnia como Jeimy Paola Vargas, cuyo biotipo con un nalgatorio de verdad sí representa a la bailadora de champeta auténtica, para qué tenían que traer una barranquillera más aculturada en el mundo cachaco de Bogotá como Carmen Villalobos, que en nada representa los atributos físicos y espirituales de una champetúa auténtica? ¿Sí en la costa existe un actor con el biotipo afrodescendiente como el nativo de Río Hacha Jair Romero, que viene con el antecedente exitoso de representar al Joe Arroyo la Leyenda, para qué traer un caleño casi blanco, a improvisar un baile que no logra entender, metiéndole unos pases de baile que nada tienen que ver con la verdadera champeta que se goza en las verbenas o casetas de nuestro mundo afrocaribe?
Apelando a la historia reciente y a la más antigua, me vuelvo a preguntar, con los conocimientos de producción de televisión que aprendí con Jorge Humberto Klee en las aulas de la Universidad Autónoma del Caribe: ¿No era mejor que Jeimy Paola Vargas, nativa del champetúo barrio de Chapacúa, al cual le dio la corona en el champetúo reinado popular del año 2002 , le enseñara a bailar champeta al estilo cartagenero que es distinto al barranquillero, a su pareja Jair Romero que muestra en su piel y en su alma su estirpe afrodescendiente, como afrodescendiente fue su antepasado el Almirante Padilla, que protagonizó con Pedro Romero el alzamiento novembrino de 1811? ¿Por qué a nuestra racista televisión privatizada nacional; y a nuestra maldita televisión racista continental hispana, metida en su antiquísimo cuento del “latino” de buena presencia blanqueada, le cuesta tanto reconocernos como seres dignos en todos los espacios de la vida nacional?
Aquí es donde este caso flagrante de racismo y deformación velada de nuestra realidad, me suscita unas reflexiones que había hecho en un escrito publicado en el diario El Universal de Cartagena, inspirado en un texto sobre afroreparaciones de Claudia Mosquera, en donde tocaba el tema de la imagen como afrorreparación, cuando analizaba el saboteo a la Ley 70 de 1993 y a sus decretos reglamentarios, como el 804 de 1995 (etnoeducación con proyecto global de vida) y 1122 de 1998 (Cátedra de estudios afrocolombianos), cuando miraba como las editoriales en manos de Prisa y Planeta, a pesar de anunciar en sus páginas de créditos académicos, un supuesto comité de equidad étnica y de género, seguían con unos contenidos racistas en textos e imágenes, que nada tendrían que envidiarle al desaparecido apartheid con su supremacía blanca.
Y es la curiosa tendencia del racismo nacional “latino” y el “latinismo” conectado con el sionismo emparentado con los descendientes de la dictadura de Fulgencio Batista, que en los enlatados de Univisión, Telemundo, CMO, HBO o Wapa, mientras no acepta a los afrodescendientes al sur de las USA fronteras, en papeles de importancia, sin embargo muestra sin chistar en sus series de televisión y películas televisadas a personas de piel negra gringas, sin el biotipo “latinizado” y sí con las estéticas de África occidental o del Caribe, en actores como Morgan Freeman, Wesley Snipe, Will Smith, Denzel Washington o Danny Glober, quienes comparados con un Jair Romero por ejemplo, no pasarían ante nuestra estética blanqueada por muchos libros escolares y muchos libros audiovisuales representados en nuestras series de TV hechas en Venezuela, Argentina, Brasil, Telecaribe o Cachacolandia – Bogotá y el mundo andino- como unos “negros malucos”:
¿Por qué entonces Caracol que hace parte de ese racismo, y que no tiene reparos en presentar como protagonista a Danny Glober, en lugar de dar el papel de champetúo al blanqueado “latino” Khris Cifuentes de Cali, no le da ese papel a mi amigo Josué o Chaka, que sí sabe de Champeta y la ha vivido, desde cuando yo empezaba por Uniatónoma Stereo Música y Mundo para el año de 1994? La presencia de Chaka o Josué en algunos apartes de esta telebobela racista, como anunciador de un concurso mundial de champeta, pero quien sí sabe de champeta aunque no aparece ni en el registro de actores secundarios, me hace recordar el racismo importado por la dictadura de Batista durante la Cuba, que CNN nos vende como un paraíso.
En esa época ominosa santificada por misia Claudia Gurisatti en La Noche de RCN, donde en las orquestas y salones de baile, de hoteles en Cuba, les estaba prohibido dejar entrar a personas negras así fueran Josephine Baker o Nicolás Guillén, a los músicos talentosos afrocuabanos, sea cual fuere su talento instrumental o vocal, no se les permitía aparecer en la línea frontal, sino en el fondo donde casi no se veían. Por esta razón, un vocalista talentoso como Barbarito Diez, la voz más fina del danzón, tuvo que radicarse en Méjico, donde existía tanto racismo como en Cuba, pero donde precisamente por ser cubano y porque el danzón estaba de moda eso se le perdonó – más que en Cuba- en un mundo caribeño del país azteca, como Veracruz.
A manera de digresión hay que apuntar que fue en Méjico durante el siglo XIX donde el racismo continental “latino” pro europeo, que no aceptó a Benito Juárez como mandatario por su pinta de indio Mixteco- aunque su formación europea lo hacía despreciar lo indígena también- según Eduardo Galeano (1983) en Memorias del Fuego, Tomo II, las élites pro imperialistas importaron al emperador Maximiliano de Habsburgo, para que “civilizara” a Méjico con una blanqueada linajuda. Y Méjico aportará a los nuevos racistas refinados de la latinidad actual, personajes como José Vasconcelos o Leopoldo Zea, quienes junto a José Ingenieros, Domingo Faustino Sarmiento o Jorge Enrique Rodó, crearon un mundo académico con una pseudo filosofía “latinoamericana” donde el negro no tenía cabida, a no ser que buscara blanquearse en una supuesta “raza cósmica”, según lo denuncia en su obra “La Rebelión de los genes”, nuestro Hungam histórico, Manuel Zapata Olivella (1999).
Y es ese, el espíritu de la raza cósmica, el invocado por Mauricio Gaitán, cuando intentaba justificar su posición de no contratar actores afrocolombianos para hacer el papel de director de hospital o cardiólogo o enfermera en "A corazón abierto". Por su boca habla el espíritu del racismo de esta raza cósmica cuando dice que, “en los países latinos, los negros no se ven casi en las facultades de medicina”- pero quien sabe de qué país latino real- porque nada más en Los Andes y en La Javeriana de Colombia, hay bastantes médicos de biotipo afro de las élites económicas de Chocó y la Región Caribe. Aunque tal como lo afirmara en mi conferencia “El arte afrocolombiano y afroamericano: latinización y saqueo”, la champeta, al igual que la cumbia, el bullerengue, el fandango o el porro, para ser oficializadas tienen que ser blanqueadas, no de otra manera el racismo de las élites nacionales al sur de USA y sometidas a su tutelaje gubernativo, no las aceptan como parte de la nacionalidad, so pena de considerarlas como siempre, “vulgar ritmo importado del África” como decía de la cumbia, una editorial barranquillera de El Nuevo Diario en 1912 (Tirado Arciniegas 1999).
Caracol y RCN, al igual que cada operador de televisión o medio informativo en general, están obligados por ley a cumplir con una cuota de respeto por la realidad cultural, a cumplir con unos mínimos de formación cultura, y educativa pero como este es un país entregado a cuanta multinacional llegue como dueña histórica –llámese Pacific Rubiales o Claro o Fox/Rupert Murdoch- la nueva ANTV o "Autoridad" Nacional de TV, termina siendo un cero a la izquierda, que no controla ni los contenidos para adultos en horario familiar, por eso mucho menos se tomará la molestia de exigir respeto por los contextos que intentan representar nuestra telebobelas. Los canales como empresa y realidad humana, vienen con su estigma mental racista y su visión preconcebida de la realidad del Caribe colombiano y por eso, sin detenerse en el contexto y a pesar de contar con asesores como Viviano Torres o Luís Alfredo Torres (el Rasta de la champeta) poco le importa decir disparates como éstos, en la información del nuevo bodrio novelado:
“Khris Cifuentes es Watusi Herrera […] da clases de Champeta a los niños humildes de Bazurto para alejarlos de los malos pasos, hace trencitas, masajes”. Quien conozca o logre entender la realidad del Caribe colombiano, se dará cuenta que los costeños aprenden a bailar ritmos como la Champeta o el bullerengue, viendo a la mamá y a los abuelos en las fiestas familiares, como sucede actualmente en Paso Nuevo (San Bernardo del Viento), Santander de la Cruz (Moñitos), o Puerto Escondido; y sí se trata de ritmos urbanos como la champeta o el reguetón, le basta con ir a mirar las sedes o momentos del día cuando calientan las máquinas de los potentes picós, que es cuando los mayores y los mayorcitos, se trenzan en los famosos piques o duelos de movimientos, que van a exponer a los ojos de los gozones que asisten cada fin de semana cuando la censura policial deja, en las puertas de las casetas o verbenas.
Ahora, en las familias que se rebuscan en las playas de Tolú, Cartagena y el resto de la Región Caribe de Colombia, esos roles de hacer trencitas o masajear, son cosas de mujeres, no de hombres. Otra cosa que ignoran los despistados organizadores del pseudo mundial de champeta, que meten en los videos pasos de baile del raga jamaiquino, es que la champeta no tiene una forma única de ser bailada, tiene tres grandes estilos (Barranquilla, Palenque y Cartagena) con variantes como los de Tolú, Urabá Antioqueño o San Antero; una cosa es el baile por pareja y otra el baile solista…
Total, para que perder el tiempo con un canal cachaco, que nada quiere saber de mi cultura afrocaribe con seriedad y que se atreve a decir, en su información Web, que “Carmen Villalobos y Khriss Cifuentes – Watussi Herrera y Flora María Díaz- llevan el baile de champeta en la sangre”: yo recordando un chiste, debo decir cuando los veo bailar, que sí pueden llevarlo en la sangre, pero padecen de mala circulación…Como la arterioesclerosis intercultural y multicultural, que padecen las élites y mentalidades del racismo latino, que no han sido capaces de aceptar a la persona de piel negra y de biotipo afro como un bello color de lo humano, con el mismo derecho a la autodeterminación estética y audiovisual, que siempre reñirá con su ideología del siglo XVIII. Y con un barrio Bazurto que no existe aún como el tal campeonato mundial de champeta, sino en la mente de un guionista despistado y gobernado por un productor racista.
El verdadero tesoro que saquean en este aspecto, no es el tal tesoro español que por definición tampoco existió, sino como el primer gran atraco global de la modernidad que dio lugar al capitalismo, que soportaron los indígenas despojados de tierra y oro; y los africanos vendidos, unos por sus reyezuelos y otros por ser como en otras culturas del mundo, la norma para con los prisioneros de guerra, antes de que fuera institucionalizado para todos, la declaración universal de los derechos humanos:
Más valioso que el tesoro de pacotilla que ponen en manos de un banquero español, apología y metáfora del entreguismo de nuestros recursos en el TLC que lo hace con los gringos por ahora, el tesoro que se roban es el de nuestra cotidianidad cultural, deformada y blanqueada, con una champeta que a los afrodescendientes en su ciudad, a pesar de su vigoroso movimiento en el teatro, no se les permite por parte de la tele privatizada, ni representar lo construido en colectivo por nuestra gente, en medio de tanto desprecio, estigma y decreto demonizador contra la champeta y su fuente nutricia, la caseta o verbena.